El deporte es, en un gran porcentaje, entrenamiento, excepto cuando competimos, pero no todos nos preparamos para medir nuestras fuerzas con el resto. La mayoría de los aficionados al deporte tratan de superarse a sí mismos continuamente, y esa autosuperación es un gran valor personal.
La salud es la meta del entrenamiento, no la victoria
La verdadera recompensa
La mayor parte de las veces se piensa en la victoria como la recompensa al trabajo duro, pero esa victoria es una meta que no depende de nosotros al cien por cien, hay otros factores que no controlamos y que nos pueden favorecer o perjudicar, lo único que controlamos es a nosotros mismos, nuestro trabajo y tesón, y eso es el entrenamiento diario. Por esto, la sensación de salud y felicidad que nos proporciona a diario el ejercicio físico es la mejor sensación que podemos experimentar, además de ser de la que más orgullos tenemos que estar.
Gastando hasta la última gota de energía
El último sprint de la carrera (ya sea de un kilómetro, de diez, o de cien), el último golpe de pedal o el último apretón para levantar la barra cargada de pesas en el banco son sensaciones inigualables, de esfuerzo, pundonor y casta. Una demostración de rebeldía, de no aletargarse al sedentarismo, un espíritu indomable que necesita desahogarse y soltar todo lo que tiene dentro.
Orgullo de nuestro entrenamiento
Tras ese último esfuerzo, llega el ansiado descanso que tanto nos hemos merecido por el trabajo realizado. Un parón que comienza con unos suspiros bien hondos que demuestren que lo hemos dado todo, que nos hagan sentir orgullosos de nuestro inconformismo, porque cada día levantamos un gramo más, llegamos un segundo antes a la meta o aguantamos otra sentadilla más.
Momento ducha
Luego, nos retiramos a la ducha, donde el agua fría o caliente, ya como guste, abrasa o congela nuestro sudor para dejarnos una sensación de alivio que intentamos describir con más suspiros. Esa ducha es mágica: ahora somos más livianos, más fuertes y, sobre todo, más felices. Las endorfinas están a pleno rendimiento, enamoradas unas de otras mientras se bañan en el sudor que hemos producido durante el entrenamiento y que ahora se desliza por nuestro cuerpo a la vez que el agua de la ducha.
Más ventajas
Además, la práctica deportiva nos habrá tenido alejado de ese aburrimiento tan peligroso que provoca los picoteos innecesarios que destruyen las dietas. Es necesario controlar los hábitos, no pasar hambre en exceso, porque ese hambre nos incitará a romper la dieta y por tanto, a acabar con todo lo bueno conseguido en la actividad física. Realizar las comidas que cada cual necesite, eligiendo siempre productos adecuados que nos harán sentir todavía mejor al terminar el entrenamiento, ya que realizar ejercicio físico con el estómago lleno de fast food no ayudará a que, al terminar la actividad, tengamos esa buena sensación que nos regala el trabajo bien hecho.
Desde mi propia experiencia, estas sensaciones son las que debemos recordar cuando estamos en medio del entrenamiento, en ese momento duro en el que pensamos en abandonar, aquí tenemos que sufrir para poder disfrutar luego de esos suspiros hondos, de esa ducha, de esa felicidad inherente al deporte. La próxima vez que no quieras entrenar piensa en esos momentos.
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